martes, 18 de noviembre de 2025

Amor, prostitución y explotaciones petrolíferas en el trópico

 

Autor: Laura Restrepo

Título: La novia oscura

Editorial: Anagrama (Compactos, 287)

Año: 2002

De siempre me ha interesado la literatura hispanoamericana.  Cualquiera puede entender el deslumbramiento que uno experimenta cuando tiene quince años y caen en sus manos novelas de García Márquez, Rulfo, Carpentier y compañía.  Desde esa edad hasta hoy he seguido leyendo y releyendo obras de estos escritores y de muchos otros , pertenecientes tanto a la generación del boom como a las anteriores, pero reconozco que no es mucho lo que sé –y lo que he leído– de los autores nuevos.  Podría citar a Isabel Allende, Laura Esquivel, Skármeta, Rivera Letelier, Zié Valdés y poco más.  Entre estos autores (a los que hay que añadir a Laúa Restrepo, que motiva esta nota) me parece distinguir dos grupos: el primero –y más numeroso– es el de aquellos que en mayor –Isabel Allende– o menor medida –Skármeta (este casi nada, es más irónico, Rivera– siguen determinados procedimientos estéticos del llamado realismo mágico.  El segundo, que se opone a esta corriente y más bien se emparenta con el realismo sucio norteamericano, estaría representado por la cubana Zoé Valdés y, además, es más universalista y urbano frente al excesivo americanismo-localismo del realismo mágico.

El libro La novia oscura, de Laura Restrepo, es un texto curioso.  No puede decirse que estéticamente esté emparentado con ese americanismo grandioso y desbordante (su estilo es otro: más escueto, más documental, aunque elaborado).  Sin embargo, la ambientación es claramente nacional, restringida a un ámbito geográfico muy reducido, y alguna característica de los personajes, así como, sobre todo, el final, nos recuerdan el mundo suprarrealista y onírico de García Márquez o Allende.

Nos cuenta esta obra la vida cotidiana de unas prostitutas colombianas que viven cerca de las instalaciones de una compañía petrolera.  En especial, nos habla de la historia de una de ellas, apodada Sayonara, y de los personajes que la rodean: su madrina Todos los Santos, su amigo y enamorado Sacramento y el Payés, amigo del anterior y del que Sayonara está enamorada.  A partir de ahí se urde un argumento a través del cual se van desvelando las claves de la misteriosa vida anterior de la protagonista y las vicisitudes del triángulo amnoroso que ella forma con los dos hombres hasta llegar a un final que la narradora deja en el misterio –detalle que recuerda vagamente algunas mixtificaciones características del realismo mágico.

Esta novela tiene muchos elementos positivos, aunque no llegue a producir la fascinación de las grandes novelas hispanoamericanas, incluida La casa de los espíritus de Allende.  Probablemente, lo que le quite parte de ese encanto, de esa sensación subyugadora que solo produce la ficción, sea la concepción del libro como crónica periodística.  La narradora es una periodista (trasunto de la propia Restrepo) que, lógicamente, no goza del poder de la omnisciencia y que, por tanto, va construyendo la historia a partir de los testimonios de las personas que han vivido con Sayonara (a esta no llega a conocerla nunca pues se había marchado antes de su llegada).  Este recurso periodístico tiene como efecto positivo el que el lector nunca conoce la verdad sobre la protagonista (y, por consiguiente, se mantiene durante toda la obra un halo de misterio e intriga que convierte al lector en colaborador artístico que participa interactivamente, dejando intacto el encanto de Sayonara, de la que conocemos mucho, pero quizá no lo más importante).

Pese a este carácter testimonial de la novela, la narradora reconstruye la información que se le da de manera cronológica, esto es, no nos desvela de golpe todo lo que sabe, sino que, a pesar probablemente de saberlo, lo ordena de una manera propiamente novelesca, con intriga y final sorpresivo incluidos.  Con todo, como he dicho antes, el recurso a la crónica le quita al texto el encanto de la ficción pura, introduciendo varios niveles de realidad y mezclando hechos y espacios históricos con elementos inventados.

El mayor interés de la obra, creo, está en la construcción del personaje –misterioso, casi mitológico pero al mismo tiempo débil, con gran fortaleza de carácter pero lleno de supersticiones y contradicciones morales–.  La historia en sí, el triángulo amoroso, es bastante vulgar y no aporta nada, pese al misterioso final.  Y aparte de esta historia de amor, en un segundo plano pero adquiriendo progresivamente mayor importancia, está la narración –en pequeñas dosis, casi en sordina– de hechos sociales típicos de la Colombia de los 90: la violencia política –los muertos que bajan por el río– de todo signo y la dependencia económica –el colonialismo, en realidad– con respecto a USA, dueña de las empresas petroleras y explotadora de los recursos naturales del país.  En un segundo plano, pero de forma bastante clara, trata esta novela, pues, de dos grandes lacras de la Hispanoamñerica finisecular –y de Colombia en particular–: la violencia y la dependencia económica, que impiden a estos países salir de su subdesarrollo político y económico crónico (de todo ello sabe bastante la autora, novelista y periodista pero también mujer que ha tenido mucho que ver con los diferentes movimientos guerrilleros colombianos).

En la novela se insiste sobre todo en la doble moral de los verdaderos dueños de la ciudad –la compañía petrolera– a propósito de las relaciones entre productividad económica y sexo, y también en la injusticia radical de las condiciones de trabajo de los obreros, a quienes pretenden comprar ofreciéndoles ordenar su vida familiar.

A propósito de las relaciones entre sexo y creencias religiosas hay también un detalle destacable: se percibe perfectamente la oposición entre una concepción pagana de la existencia –representada por las prostitutas indígenas– y la cristiana –encarnada por las demás–.Estas viven el sexo como un poecado y aquellas no.  Por eso, estas necesitan racionalizar todo lo referente a su trabajo mientras que aquellas lo viven de una manera natural (piénsese en los nombres: Todos los Santos, Sacramento, etc.).

Tiene esta obra, para concluir, muy diferentes registros lingüísticos: hay un lenguaje rico, variado, espontáneo; un uso constante del diálogo, tanto en el nivel de la investigación como en el de la historia propiamente dicha.  Hay humor, hay ironía, hay simpatía en la narradora, siempre.  Y un detalle llamativo, quizás un defecto: el lenguaje demasiado culto, sobre todo de Todos los Santos; su desparpajo en el manejo de elementos culturales y la sintaxis de párrafos largos e impecables, característica de muchos de sus razonamientos.

 

 

 

El horror nazi contado con asepsia o la denuncia sin aspavientos

 

Autor: Imre Kertész

Título: Sin destino

Editorial: Acantilado

Año: 2011

Sin destino - 1

No tengo por costumbre leer libros de autores premiados; al menos, no me guío por ese criterio para escoger lecturas (salvo excepciones: Goncourt, algunos Nobel o Cervantes.  Me acerco a ellos, sí, cuando hay otros elementos de juicio en juego.  En este caso, al tratarse de un autor desconocido y, sobre todo, por el asunto tratado por la novela: la vida de un adolescente en varios campos de concentración.

Quería comprobar si este libro me aportaba una perspectiva del Holocausto semejante a la de otras obras literarias y películas, en especial el texto inolvidable de Primo Levi Si esto es un hombre, que logró conmoverme y emocionarme.  El resultado es que el libro de KertÉsz me dio una visión distinta del asunto: más distanciada, incluso fría, e integrada dentro de una visión filosófica de la vida en general.

Es imposible resumir en unas líneas cuanto encierran las 263 páginas de este texto, que podemos considerar, a pesar de la temática y el personaje, como una novela intelectual, abstyracta, centrada en desentrañar cuestiones fundamentales de orden existencial, racial e incluso político.

En síntesis, digamos que que esta obra cuenta en primera persona las experiencias de un adolescente judío de nacionalidad húngara que ve primero cómo su padre es llevado a un campo de trabajo y después cómo él mismo corre la misma suerte.  Pasa por diversos campos hasta que, debido a la dureza de los trabajos, cae herido y recibe cuidados en un hospital.  Justo cuando está a punto de curarse se produce el desenlace de la guerra y él, junto a otros muchos, vuelve a su casa, pero en ella ya no vive su familia, pues su padre ha muerto.

A partir de este argumento, me interesa destacar tres cuestiones, entre otras posibles, porque son las que, por diversos motivos, me han llamado más la atención.  La primera sería el narrador-personaje y su peculiar manera de contar lo que le pasa: primero sospechamos –y quizá sea cuerto– que es un inocente que no se da cuenta de la gravedad de lo que ocurre a su alrededor: no le da una importancia excesiva a la marcha de su padre, y cuando él mismo se va cree que lo llevan para trabajar y que no está preso como otros.  Poco a poco, sin embargo, toma conciencia de la realidad, pero nunca le da excesiva importancia.  Finalmente sospechamos que no es inocencia, sino frialdad, distanciamiento naativo.  Corrobora esta idea la discusión que tiene con una amiga al comienzo de la novela en torno al tema de la identidad de lo judío.  Cuando, al final, tiene otra discusión con sus vecinos a propósito de la idea del destino y de la imposibilidad de comenzar una nueva vida, confirmamos que no ha habido evolución en el personaje y que quien realmente habla por su boca es el propio autor.  Creo, por tanto, que la construcción del personaje o, mejor dicho, el tipo de narrador utilizado es inconveniente (lo cual no quiere decir que la novela no sea interesante ni rica ideológica y estéticamente).  Es bastante inverosímil que un crío de quince años pueda desarrollar esa capacidad de pensamiento y que pueda vivir su vida sin emociones y reaccionando con naturalidad y serenidad a todo lo que le ocurre.

Pese a ello, la perspectiva del autor es totalmente válida.  Y ello nos lleva al segundo aspecto destacable: el ideológico, el pensamiento que emana d esta obra y la forma de presentarlo.  Al lector le queda, sobre todo, una idea de gran calado: es posible acostumbrarse al horror.  Cuando el protagonista es liberado y vuelve a su país todo el mundo quiere que le cuente toda esa violencia, ese horror indescriptible; sin embargo, él no ha percibido nada de eso, puesto que, estando en el campo de concentración, ha estado en otro mundo que tiene sus propias leyes y donde hay que aprender a vivir con nuevos códigos.  No se puede explicar la experiencia del Holocausto desde una perspectiva externa, pues son dos mundos que no resisten comparación.  Cuando se entra en el mundo del campo todo se relativiza: la comida, la comodidad, el trabajo, la muerte.  Por eso al protagonista le parece agradable –o, al menos, no rechazable– gran parte de lo que le ocurre.  Los lectores no podemos comprender del todo esa percepción porque, por suerte, nunca hemos estado en uno de esos campos, y el análisis político que podemos hacer, lleno de palabras indignadas, está muy alejado de la concreta experiencia de los presos.

De todo ello se deduce que esta es una novela más existencial, individual, personal que social o colectiva, lo que tiene que ver con la práctica inexistencia de referentes histórucis externos.  No se habla en absoluto de la guerra ni de la ideología que la motiva.  No se hace una denuncia explícita del rcismo ni del nazismo.  Todo se circunscribe a la experiencia individual de un personaje cuyas motivaciones e intereses ya se han comentado.

Lo que sí hay –y cpn esto entramos en otro elemento temático de interés– es un análisis genérico, abstraco, filosófico de ciertas problemáticas sociales: por ejemplo, el problema racial llevado al terreno de la identidad.  Me pareció entender un rechazo claro de los presupuestos nacionalistas, separadores, una relativización de las diferencias entre los individuos.  La idea de que lo importante es lo de fuera (la estrella, el triángulo) y no lo de dentro (la supuesta esencia racial o sanguínea) se opone claramente a las tesis básicas: viene a decirnos que no hay diferencias de esencia, sino de existencia entre los seres humanos.  No hay un determinismo, un destino, sino un ir haciéndose cada día, dando pasos.  Y con ello volvemos al tema filosófico fundamental de la novela: la vieja discusión o dialéctica entre destino (o predestinación) y libertad (libre albedrío, en términos cristianos).  Para el protagonista –para el autor–, la idea de destino es inoperante: la vida consiste en conducirse dentro de un contexto y sobreviviendo a él a través de las decisiones individuales, esto es, ejerciendo la propia libertad, adoptando las soluciones pertinentes sin pensar en un destino (porque si pensásemos en él, no tendría sentido tomar decisión alguna).

De lo cual resulta que la novela, en cierto modo y siempre en términos relativos, es optimista, aunque podróa ser que ese optimismo fuese irónico (“ya les hablaré otro día de la felicidad de los campos de concentración”).  El extremado  ascetismo estilístico, junto al desconocimiento de casi todo acerca del autor, me impiden precisar esta cuestión de la ironía, que podría invertir algunos de los fundamentos ideológicos de la novela.

Hay una última observación que quiero subrayar y se refiere al aspecto formal o estilístico. Antes he hablado de ascetismo. Se puede hablar de frialdad, de ausencia de pasión y de patetismo, de un distanciamiento objetivo sorprendente (repárese en cuántas veces el autor recurre a las comillas para reproducir supuestas frases textuales de diferentes personajes, sin añadirles comentario alguno). No cabe duda de que este es un recurso de estilo emparentado con todo cuanto hemos dicho del personaje y su perspectiva y, por tanto, es acertado estéticamente.  Hay, con todo, un detalle poético que a cualquier lector le puede haber quedado grabado: la luz que producen las llamaradas de los hornos crematorios al anochecer (cuya actividad se suspende cuando hay bombardeos para evitar ser objetivo de un ataque aéreo).  Esta ciudad iluminada con combustible humano creo que no precisa más comentarios.