martes, 25 de agosto de 2015

De infamias y literatura alegórica


Autor: Jorge Luis Borges

Título: Historia universal de la infamia

Editorial: El País (col. “Clásicos del siglo XX”)

Año: 2002

 
 
Libro de relatos primerizos de Borges, que son, en su mayoría, textos breves o muy breves, algunos de ellos basados en obras de otros autores –recurso literario y libresco muy característico del argentino-.
   En general, estamos ante narraciones que no tienen mucho que ver con las obsesiones más conocidas del autor y que, más bien, pertenecen al subgénero de los libros de aventuras con una ambientación casi siempre exótica.
   Hay, no obstante, rasgos estilísticos propios y particulares del autor: la impersonalidad, la sequedad formal –con algo de subjetivismo en los primeros textos- y ese pseudo-cientifismo tan presente  en toda su obra.  Esta última característica da apariencia de verosimilitud “cervantina” a las tramas, pero las convierte al mismo tiempo en algo frío, falsamente erudito y bastante pedante, justo lo contrario de lo que ocurre con Cervantes.
   Dentro de estos cuentos breves hay también un relato largo –El hombre de la esquina rosada-, que es uno de los más conocidos del autor y donde se aúnan el realismo en el lenguaje y la ambientación y el misterio y el final sorprendente.  Es de lo mejor del libro.
   Podrían ser útiles desde el punto de vista didáctico algunos de estos textos:  Por ejemplo: El impostor inverosímil Tom Castro; La viuda Ching, pirata; La cámara de las estatuas; Historia de dos que soñaron, y El brujo postergado.  Los tres últimos proceden de fuentes tan conocidas como Las mil y una noches y El conde Lucanor.
   Borges es un autor que sigue sin gustarme –sin emocionarme-. Incluso cuando maneja unos materiales más “concretos” acaba convirtiéndolo todo en una selva de abstracciones y simbolismos.  Me resulta igualmente desagradable la técnica cientifista, esa pátina culturalista que enfría las historias y neutraliza su emoción.  Solo cuando la sorpresa surge al final de la trama consigo que se me remueva dentro algo parecido al “placer estético”.  Lo demás –los silogismos, la lógica, la alegoría- nunca me ha interesado.
 

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