martes, 4 de agosto de 2020

Yo, Ixtepec, pueblo perdido de México, narro mi historia

Autora: Elena Garro

Título: Los recuerdos del porvenir

Editorial: Alfaguara

Año: 2020 (2ª reimpresión)


   Elena Garro es una más entre esas mujeres apartadas, oscurecidas, ninguneadas por el mundo masculino, empezando por su famoso marido, Octavio Paz.  Según he leído en los ensayos que acompañan a esta edición, también fue despreciada por esa nómina de integrantes del boom, todos hombres.  Y, sin embargo, fue capaz de escribir en los años 50 una novela (aunque tardó una década en publicarla) que es el pórtico de esa gran promoción de autores.

   Los recuerdos del porvenir, en mi opinión, es una gran novela y es una obra que tiene elementos muy reconocibles de la novelística hispanoamericana de mediados del siglo XX: entre ellos, una historia de violencia, la construcción de un microcosmos obsesivo y de personajes enigmáticos, poderosos y originales, el telón de fondo de la historia local (en este caso del México postrevolucionario), una trama más basada en sugerir que en mostrar, el cuidado exquisito del lenguaje (que alcanza cotas poéticas de lirismo solo al alcance de autores como Carpentier, Asrturias o Rulfo) y algunas gotas de realismo mágico en el manejo del tiempo y en la suerte final de la protagonista.  Pero también he visto detalles muy llamativos y no encontrados en otras novelas excelentes.  Entre ellos, destaca poderosamente el narrador, pues quien nos narra esta historia es el espacio, el lugar en que sucede: el ficticio pueblo de Ixtepec.  Así lo comprobamos desde la primera página y deja al lector sorprendido, pues seguramente es un recurso que poco se habrá utilizado.  Pero, más allá de eso, el narrador adquiere matices de gran complejidad: fluctúa entre el yo y el nosotros.  Como yo, es pueblo que narra y opina, y como nosotros, deja la altura del cerro en que se sitúa y se convierte en los vecinos del pueblo, en uno más que, junto a otros, recorre las calles, mira por las ventanas, acude a las fiestas, etc.

   Otro acierto de la novela es el de mostrar un microcosmos (no sabemos apenas nada de lo que pasa fuera de ese pueblo), por lo que, teniendo en cuenta los hechos que narra (la toma de un pueblo por parte de los militares, siendo uno de ellos el que se erige en dictador, así como el contexto histórico y político en que sucede todo), cabe suponer que estamos ante una metáfora de todo un país, de México entero con su historia de violencia postrevolucionaria.  Se escoge, pues, un ámbito reducido, a veces asfixiante, para recrear y criticar a todo un país e incluso continente.

   Un último detalle –entre más que podrían citarse–  que hace poderosamente atractiva esta novela es el diseño de sus personajes y su complejidad: personajes enigmáticos (como Julia y el forastero), personajes feroces y violentos, que abusan de las mujeres pero que finalmente son sus títeres porque no logran controlar sus emociones (el general Rosas), locos en apariencia (Juan Cariño, el “señor presidente”, que vive en la casa de las cuscas y está lleno de verdadera dignidad) y mujeres fuertes que siguen su pasión caiga quien caiga (Isabel).

   Absolutamente recomendable: literatura de gran categoría estética y técnica que maneja perfectamente los mecanismos para atrapar al lector.


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