Autor: Bram Stoker
TÃtulo: Drácula
Editorial: Anaya
Año: 2002
Todo el mundo conoce o ha oÃdo hablar alguna
vez o ha visto pelÃculas en torno al mundo de los vampiros –esos supuestos
inmortales que, pese a serlo, necesitan alimentarse de sangre para seguir
siendo inmortales o “no muertos”. Ya no
es tan seguro que que mucha gente haya leÃdo la novela vampÃrica por
excelencia: Drácula, de Bram Stoker.
Ocurre con frecuencia que los libros crean o
refuerzan mitos, creencias o tradiciones
del pueblo y luego el mito supera con mucho en popularidad a la obra de
la que nació, de tal manera que todo el mundo lo conoce, aunque ignore la
fuente literaria en que se basa.
Ejemplos ilustres tenemos en la literatura española con los mitos de don
Quijote y Celestina (quizá no tanto el de don Juan por la gran popularidad del Tenorio de Zorrilla).
Leà hace unos meses el libro que comento por
motivos escolares y me pareció excelente.
Solo le reprocharÃa, sin demasiado convencimiento, lo excesivo de
algunas descripciones, las demasiadas repeticiones y recurrencias y cierta
artificiosidad en los diálogos (o en lo que se supone que son las palabras
textuales de los personajes, problemas todos ellos que dificultan un tanto su
lectura escolar en Secundaria. Digo que
hago estos reproches sin demasiado convencimiento porque la reproducción
magnetofónica de la realidad es solo una propuesta estética entre otras
posibles. También porque está claro que
el autor quiso hacer –e hizo, de hecho- una obra donde el lenguaje está cuidado
hasta el último detalle y suena musical, poético, agradable.
Por otra parte, las recurrencias y
reiteraciones son achacables también a lo mismo: a un novelista que ha tejido
una trama, pero que la construye con técnicas poéticas, que piensa y escribe
como un poeta –y muchas veces, en las descripciones del personaje y del
espacio, como un pintor-.
Dicho todo ello, citaré solo por encima
algunos aspectos que me parecen singularmente interesantes, sugerentes o
evocadores, más allá de todo lo relativo a los vampiros, que, de tan conocido,
resulta menos interesante en mi opinión.
En primer lugar, Drácula es una obra que representa como pocas el gran debate
intelectual de fines del siglo XIX: la ciencia frente a la religión, la
superstición o la creencia; la razón frente al sentimiento;la impecable
claridad racional frente al mundo oscuro del subconsciente y los
instintos. Por estos años, como es
sabido, se va perdiendo la confianza en la razón como motor del progreso social
y se van colocando en primer término los aspectos más oscuros y escondidos del
ser humano, lo que dará lugar a los movimientos irracionalistas y
existencialistas del siglo XX. En Drácula es significativo que esa lucha
esté encarnada pobre todo por un médico: el cientÃfico racionalista no
encuentra en su ciencia instrumentos para vencer al mal y tiene que recurrir a
las técnicas del brujo de la tribu (no obstante, hay que decir que, aunque esto
sea asÃ, Van Halen y sus amigos sistematizan y racionalizan lo irracional, como
ahora veremos).
En segundo lugar, destacarÃa el acierto
pleno en la construcción del personaje de Drácula: su descripción roza la
perfección cuando el objetivo es infundir pavor, pero, al no estar dotado de
voz propia, genera el autor –no sé si a pesar suyo- una corriente de simpatÃa
hacia el vampiro. Y, por último, a
propósito aún de Drácula, me parece destacable la manera como Stoker logra
crear un clima especial cuando aquel se convierte en “niebla” (ocurre en el
castillo, en el manicomio y luego en el barco).
El resultado son pasajes de enorme fuerza poética y plástica que, al
mismo tiempo, provocan miedo en el lector y cumplen, por tanto, la principal
función de la literatura, que es conmover e “incomodar” a quien lee.
En tercer lugar , hay que citar el asunto
del erotismo. El cineasta Coppola, en su
versión de la novela, vio perfectamente y magnificó este hecho. Lo cierto es que la novela destila sutil
erotismo (el más evidente es el de las mujeres vampiro y la propia Lucy, cuando
trata de seducir a su novio, pero erótica es también la relación de Drácula con
ella y Mina, en particular el episodio del intercambio mutuo de sangre).
En último lugar quisiera subrayar la
importancia que tiene, en varios sentidos, la técnica narrativa escogida: los
diarios de varios personajes, asà como cartas y otros documentos menos
importantes. Es obvio que con ello se
pretende proponer un punto de vista múltiple (complementario) en torno a los
hechos narrados, fuera de la seguridad y suficiencia del narrador omnisciente,
pero también de esta manera hay una mayor identificación entre el lector y los
autores de los diarios. El narrador
omnisciente nos podrÃa dar la misma información, e incluso más, si bien nunca
lograrÃa que el lector experimentase ese grado de intimidad.
Hay todavÃa una tercera consecuencia del
método narrativo escogido, que, en este caso, no tiene resultados externos –de
cara al lector-, sino internos –a propósito de la propia trama-. Me refiero a que los diarios y cartas no son
solo una técnica narrativa utilizada por el autor, sino un método de trabajo
empleado por los personajes para obtener sus objetivos; es una técnica que
opera, pues, en varios niveles: el del autor y el de los personajes, externo e
interno.
¿Por qué es un método de los
personajes? Porque ellos, que se
proponen destruir a Drácula, tienen primero que conocerlo, deben recopilar
información sobre él, ordenarla y sistematizarla. Solo después de eso se puede pasar a la
acción y culminarla con éxito. Es asÃ,
pues, cómo, acertadamente, un recurso o un elemento de la novela opera, al
mismo tiempo, en los planos real y ficticio.
Por ello, se comprueba su enorme ventaja frente a la narración
tradicional en tercera persona (no hay que olvidar que Drácula, como se dijo antes, es obra representativa de su tiempo, y
todos sabemos cuál es la diferencia en el ámbito narratológico entre una obra
del XIX y una del XX).
En definitiva, creo que este libro cumple la
principal función de la literatura: conmover, asombrar. asustar al lector. Y, al mismo tiempo, podrÃamos hacer con él un
debate ideológico y estético de altura (y todo ello sin mencionar el carácter
tradicional y legendario de su personaje).
Por ello, deberÃa pasar a formar parte de la alta literatura y dejar ese
espacio marginal que ocupa como literatura de evasión.
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